El amigo árabe de mi compañera de piso me folló la garganta con sus testículos en la cara
Publicado 17/04/2025
Mi compañero de piso suele traer a sus chicos. Un día, entró con un árabe que llevaba unas zapatillas rosas y un chándal Lacoste.
Me quedé prendado. Pude ver a través de la tela que estaba en forma. De ninguna manera iba a ignorarlo: se me puso dura al instante.
En el pasillo, dejó sus TN junto a las Asics de mi compañero de habitación. Seguí caminando junto a ellos... hasta que cedí. Me dejé caer y enterré mi cara en esas zapatillas.
El olor espeso y sudoroso golpeó mi nariz como una droga. Estaba palpitando.
Y entonces me pilló. Había ido a la cocina y me vio olfateando sus patadas como un demonio.
No dijo ni una palabra. Volvió al salón y se lo contó todo a mi compañera de piso.
Mi compañero de piso me llamó, cabreado.
- ¿Qué coño estás haciendo con los zapatos de mi chico?
Tartamudeé. Dije que me gustaban, que quería probármelos... No supe qué decir.
Me agarró y me puso de rodillas delante de ellos como una putita sumisa.
- Continúa. Discúlpate.
Su chico se rió.
- No es nada. Sólo quiere ser destrozado por una verdadera polla árabe.
Mi compañero de piso se echó a reír.
- Pues adelante, maricón. Chúpasela si lo sientes.
Lo siguiente que supe fue que tenía su gruesa y larga polla en mi boca, yendo hasta el fondo.
No sabía que sería tan duro. Le estaba encantando. Mi compañero de cuarto se sentó a nuestro lado, acariciándose, mirando.
El tipo apretó sus nalgas contra mi cara mientras yo le hacía una garganta profunda, gimiendo como una perra.
- Joder, tu compañero de piso es un auténtico chupapollas. Un sumiso total.
- Pues disfrútalo, dijo mi compañera.
Seguí chupando, ahogándome en su olor, su polla, sus zapatos.
Entonces mi compañero de piso se sacó la polla, se masturbó un rato y, de repente, me dio la vuelta.
Sin previo aviso, me la metió hasta el fondo.
Grité y él se rió.
- Mira cómo te destroza mi chico.
Durante 20 minutos, se turnaron para follarme.
Al final, el tío me escupió en la cara y en su lengua, y me ordenó:
- Lámelo todo. Limpia cada gota.
Mi compañero de cuarto se levantó y roció su carga sobre mi pecho.
- Así es como lo hacemos en esta casa.
Después de eso, cada vez que el tipo venía, yo era su vertedero personal.
Y a menudo, me escabullía a su casa sola. Me usaba, me daba duro y me restregaba los testículos en la cara mientras me los llenaba de semen. Tenía mi dosis de funk y carga, cuando quería.